HACIA UNA NUEVA ERA DE COLABORACIÓN HUMANO-IA.
Estamos ante una de las revoluciones más importantes de nuestro tiempo. Algunos comparan la inteligencia artificial con una nueva revolución industrial, con un impacto similar al que tuvo internet. Otros van más allá y sostienen que la IA representa algo aún más transformador, equiparable al nacimiento de la ciencia moderna o incluso al descubrimiento del fuego.
En mi experiencia, una de las analogías más acertadas es compararla con la llegada de una especie alienígena: seres con una inteligencia distinta a la nuestra, con quienes debemos aprender a adaptarnos y convivir. La única diferencia es que esta nueva inteligencia no viene de un planeta vecino, sino que surge de nuestros propios dispositivos electrónicos.
Si estas comparaciones parecen exageradas, es probablemente porque no hemos tomado real dimensión del potencial de esta tecnología. Estamos frente a modelos que simulan inteligencia y que, contrario a la creencia popular de que “la creatividad es exclusivamente humana”, demuestran capacidades que superan a la mayoría de las personas en aspectos como la generación de ideas y la resolución de problemas complejos.
Tanto en mi trabajo como consultor en inteligencia artificial como en mi rol de profesor en la facultad, observo consistentemente un “sesgo a la automatización”. Se trata de la tendencia a ver cada nueva tecnología simplemente como una herramienta para delegar procesos y realizar tareas con mayor rapidez. Este pensamiento viene acompañado de otra inclinación: la de compararse directamente con la IA, alarmándose cuando el humano parece quedar en desventaja, o desestimando a la IA cuando el cerebro humano la supera en determinadas funciones.
En ciencias de la computación, la paradoja de Moravec establece que muchas tareas que resultan extremadamente sencillas para el ser humano son sorprendentemente complejas para la IA. De igual manera, funciones que la IA ejecuta con extraordinaria facilidad al humano le resultan notablemente difíciles de realizar (un claro ejemplo es el captcha). Esta asimetría de capacidades no representa un problema, sino una gran oportunidad para la complementariedad.
Mucho se habla sobre el futuro del trabajo. Existe un miedo generalizado sobre qué pasará con nuestros empleos frente al avance de la inteligencia artificial. Un framework útil para contextualizar a la IA en el marco laboral es el de diferenciar trabajo de empleo, y desagregar este último en tareas y habilidades.
Podemos entender al trabajo como el resultado final al que debe llegar cada trabajador (el trabajo del escritor es el libro que escribe). El empleo es el rol que tienen los humanos (el escritor es, en efecto, escritor). Para llegar a un buen resultado final el empleado debe realizar una gran cantidad de tareas (el escritor debe escribir, investigar, leer, etc.). Para hacer estas tareas con éxito el empleado debe tener conocimientos o habilidades (un escritor que no sabe escribir estaría en graves problemas).
Contrario a la visión tradicional de ver a la IA como una herramienta, considero que es correcto entenderla como un empleado no humano a nuestro cargo. Las tareas que realizamos cambian debido a la posibilidad de delegación y complementariedad con este empleado no humano. Esto implica, entonces, un cambio en las habilidades que debemos desarrollar para desempeñar nuestro empleo. El potencial, si nuestro trabajo en equipo es acertado, es el de un resultado final considerablemente mejor.
Las universidades deben formar a los profesionales del futuro otorgándoles las habilidades necesarias para prosperar en el mercado laboral de sus disciplinas. Sin embargo, las habilidades requeridas evolucionan junto con la tecnología. Usar IA no es hacer trampa ni sinónimo de vagancia. Al contrario, aumentar la experiencia trabajando en equipo junto con esta tecnología y la capacidad de liderar modelos de IA resulta invaluable para los profesionales del presente y futuro.
La inteligencia artificial llegó para quedarse, y todo apunta a que estamos solo en los inicios de lo que será una revolución casi sin precedentes en la historia de la civilización. Ignorar o no incentivar el uso de IA es una estrategia que resultará en profesionales que no podrán prosperar en el mercado laboral que se avecina. Uno que está próximo a cambiar como resultado de la fuerza laboral no humana que ya forma parte de todas las organizaciones del mundo.
Agustín Coll
Economista (UBA). Es co-fundador de Erebant, consultora especializada en adopción de IA en organizaciones. También se desempeña como profesor universitario en la FCE en la materia tópicos de economía digital y fue investigador del IIEP (UBA-CONICET) en temas relacionados con inteligencia artificial. Su trabajo se enfoca en la transformación de procesos organizacionales a través de la implementación estratégica de tecnologías de IA y en el análisis de su impacto económico.
